A través del tiempo la especie humana ha tenido una imperante necesidad de creer en algo (Fe), confiar en que el estado de cosas puede cambiar espontáneamente o por la mesiánica intervención de algo externo (Esperanza) y que alguien más la haga sentir valioso e incluido de alguna forma en la sociedad (Caridad). A partir de esta premisa se han creado infinidad de ideologías que han dado, de alguna u otra forma, algún tipo de reposo a la angustia que permanentemente le genera al ser humano la impotencia ante lo incontrolable e incomprensible que pueden resultar los aspectos de la existencia. Muchas de estas ideologías, han tenido como objetivo un fin auténticamente altruista y, con todo y los cambios que genera en ellas el paso del tiempo, prevalecen como alternativas de pensamiento para intentar provocar algún avance en lo individual como en lo colectivo; no obstante, son muy pocas las que lo han conseguido, tanto el prevalecer como el conseguir verdaderos avances, por ejemplo, podemos tomar la creencia de la existencia de Dios (en cualquiera de sus múltiples acepciones) como una de las que quizá no han provocado verdaderos cambios de fondo en lo colectivo, pero que han prevalecido y que en muchos casos han podido aportar beneficios en lo individual. Son muchas más las ideologías que de manera perversa y malintencionada han sido creadas por personas o grupos de personas con fines totalmente egocentristas de adquisición de poder y el control que éste otorga, basadas y aprovechando en el conocimiento profundo de esa necesidad individual y colectiva que menciono; éstas difícilmente tienen alguna prevalencia importante a lo largo del tiempo, pero han resultado en perjuicios cuyos efectos han perdurado por mucho tiempo y que difícilmente pueden ser revertidos, por ejemplo podemos tomar la Revolución Cubana que (no existe forma de adentrarse en el cerebro del Fidel Castro que la “ideologizó”, para negarlo o comprobarlo), probablemente surgió como un acto verdaderamente altruista de redención de los más desvalidos social y económicamente, pero que derivó en una doctrina que se impuso por encima de la dignidad de la supervivencia básica de cualquier ser humano, generando abominables diferencias entre la clase gobernante que la impuso y quienes ni siquiera tuvieron opción de elegir entre creer o no, al tener que permanecer literalmente encerrados en la isla por décadas y que todavía permanecen sufriendo el perjuicio a su calidad de vida por no tener medios para remediarlo. El sobado “peligro” que México, como país está afrontando, más allá de la “Venezuelización” o “Cubanización”, es que su vida social y política, evidente e innegablemente, se ha estado sujetando de manera férrea a la ideología que ha surgido de quien ha demostrado de muchas formas, haber formado por décadas de la élite del poder, que ha generado en la población la imperiosa necesidad de tener Fe, Esperanza y Caridad, y ahora se ostenta perversamente como la infalible respuesta a esa necesidad y, peor aún, si hacemos una revisión a fondo de su ideología y, sobre todo, de sus resultados concretos a lo largo, no nada más de sus últimos 20 meses de político, sino de toda su vida, difícilmente podremos atribuirle siquiera originalidad en su ideología, mucho menos hechos que nos den la pauta para pensar que exista siquiera la eventual posibilidad de que él vaya a ser una respuesta viable o siquiera de redención efectiva y perdurable para alguien, más allá de su propio círculo social y político. Por todo esto les invito a hacer una reflexión personal de lo que lo que está en juego y actuemos en consecuencia, promoviendo en nuestro entorno posturas sensatas que respondan de manera contundente a lo que en los hechos estamos enfrentando. No creamos, observemos la realidad…
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